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IV UNA DIFÍCIL TRANSICION A LA DEMOCRACIA

La vuelta a la democracia está llena de escollos. Aunque el entusiasmo es grande por el fin de la dictadura de Ibáñez, los partidos evidencian la inseguridad de fuerzas que se han visto privadas durante años de hacer su vida normal. Además muchos de los problemas sociales y económicos cuya acumulación y falta de solución contribuyen a su caída presionarán implacablemente sobre quienes asumieron la tarea de conducir el país en esos momentos.

Entretanto, Leighton se reintegra a la vida universitaria a terminar su quinto año de leyes. No obstante, por la decisión ya tomada de consagrarse a la política y por haber participado activamente en las etapas finales del régimen recién derrocado, se mantiene alerta e interesado en los sucesos posteriores.

Sobreviene así el episodio conocido como el motín de la Escuadra y su participación en él. Su relato pormenorizado ahorra todo comentario previo:

"La revolución de la marina se produjo a comienzos de septiembre de 1931 y fue un hecho importante de la historia de Chile. Sus dirigentes eran básicamente sub-oficiales y algunos civiles que trabajaban para la marina. La revolución tuvo dimensiones bastante grandes, pues se produjo en todos los buques de la escuadra. Gobernaba el país don Manuel Trucco, en calidad de Vice-Presidente. Don Juan Esteban Montero desarrollaba en ese momento su campaña electoral que iba a culminar en octubre. A don Marcial Mora, el ministro del interior, se le ocurrió la idea de enviar a Coquimbo a cuatro estudiantes que habían adquirido prestigio durante los acontecimientos que culminaron con la caída de Ibáñez y entre ellos me escogió a mí. Su idea era que nosotros colaboráramos a que el pueblo de Coquimbo no se pusiese al lado de la revuelta. Aceptamos y fuimos. Comprobamos allá que los habitantes de esa ciudad simpatizaban con el motín, mientras los vecinos de La Serena no mostraban la misma actitud. Yo me quedé en un hotel de Coquimbo, donde la situación era muy difícil para el gobierno, porque la ciudad estaba dirigida virtualmente por los sub-oficiales rebeldes, que bajaban de los buques y ejercían su influencia en la población. ¿Qué pedían los amotinados?"

"Lo central era una protesta por rebajas en los sueldos determinadas por el gobierno. Ellos pedían la derogación de esta medida y esto era lo fundamental. Sin embargo, en la presentación que ellos hicieron llegar a la autoridad había una serie de críticas a la vida social entera del país y se exponía la situación de todos los trabajadores, planteándose la necesidad de llevar a cabo algunas reformas sociales. Yo apoyé algunos de estos puntos francamente, pero rechacé el método para imponerlos. Defendía entonces el proceso de vuelta a la democracia que estaba en plena marcha y la acción de los rebeldes se me aparecía como contraria a dicho proceso, al reeditar los métodos violentes que estábamos tratando de erradicar de la vida chena. Me tocó presenciar personalmente el fracaso del Almirante von Schroeders, enviado por el gobierno como su delegado a Coquimbo para negociar con los rebeldes. Fue una situación muy triste para él. Regresó a Santiago a la medianoche y quedamos a la espera de nuevos acontecimientos".

"En la mañana siguiente tomé una decisión personal: redacté una nota dirigida a los amotinados y la hice enviar con los marinos que iban y venían desde los buques. En ella pedía que me dejaran hablar con los rebeldes y que me recibieran a bordo del acorazado "Almirante Latorre", desde el cual se dirigía toda la revuelta. Aceptaron y me enviaron una lancha. Me acompañó otro estudiante, que convino conmigo no intervenir, a fin de no mostrarnos divididos en algunos puntos de vista, como era el caso. Fui escuchado sin ninguna hostilidad y con respeto, a pesar de que fui franco para expresar que no consideraba adecuado el procedimiento de violencia que estaban empleando. También les expresé mi simpatía por muchos de los puntos que ellos sostenían en su presentación pública, particularmente en aquel que perseguía recuperar el nivel de sueldos que percibían. El diálogo fue largo. Pasado el mediodía regresé a Coquimbo y comuniqué todo a Santiago. Por desgracia el gobierno ya había decidido bombardear la escuadra, cosa que hizo algunas horas después. Fue algo muy impresionante para mí, pues hasta ese momento jamás me había encontrado en una situación semejante. No hubo daños, por fortuna, ya que los aviones lanzaban las bombas al lado de los barcos, que se movían bastante al estallar éstas. Aunque desde éstos se respondía el fuego, tampoco fue destruido ningún avión."

"Pero el hecho produjo mucho pánico en la población y, sobretodo, entre los parientes y familiares de los amotinados".

"En la noche consideré oportuno trasladarme a La Serena, cosa que hice en un tren especial. Me fui en la máquina, al lado del maquinista. La Serena estaba vacía, porque la gente la había abandonado en todos los medios de locomoción posibles. Salían como podían de la ciudad. Yo me quedé en un hotel y al día siguiente me levanté muy temprano. Al preguntarle al portero qué otras personas había allí me contestó: 'Mire, si en el hotel hay sólo dos personas, Ud. y yo, nadie más. Todos los demás lo abandonaron'. Esa mañana fui a misa y se me ocurrió subir a la torre de la iglesia de San Francisco. El día estaba clarísimo y se veía Coquimbo. Me sorprendí al ver que la escuadra ya no estaba. Pensé de inmediato que todo había terminado. A Dios gracias, había sido así. Los amotinados habían resuelto entregar los buques y someterse. Hubo procesos en contra de ellos y fuertes condenas, incluso de muerte para los jefes principales; sin embargo, posteriormente bajo gobiernos sucesivos, fueron rebajadas las penas, hasta obtenerse la libertad de todos ellos. Muchos han tenido después una conducta claramente democrática".

En ese incidente aparece con nitidez el rechazo de Leighton a la violencia como método para alcanzar cualquier tipo de objetivos. Su confianza en el diálogo y en la posibilidad de solucionar todos los problemas discutiéndolos frente a frente, con buen espíritu, está presente aquí, cuando apenas tiene 22 años y cumple ya una misión relativamente delicada. Aunque su participación se reduce a lo dicho por él, su gesto tiene el valor de poner de relieve estas cualidades que con el tiempo se desarrollarán y acentuarán y que llegarán a constituir algo característico de su personalidad.

Pocos días después de estos hechos, se traslada a Antofagasta para trabajar por la candidatura de Juan Esteban Montero. Lo hace en avión, pasando a ser el primero de esta generación de jóvenes políticos en usar este medio de transporte.

"Trabajé en el norte por esta candidatura, a sugerencia de don Rafael Luis Gumucio, a cuyas órdenes personales me puse, movido por la admiración que le profesaba y no por una militancia política todavía inexistente. En Antofagasta conocí, en esta ocasión, a Radomiro Tomic, que cursaba el sexto año de humanidades".

Durante estas elecciones tiene Leighton un pequeño incidente epistolar con un redactor de un diario antofagastino (Serrat), donde quedan estampados algunos aspectos de su conducta política. La acusación que se le hace es la de "denigrar, detractar, al hombre que fue el Primer Magistrado de la Nación" (se refiere a Arturo Alessandri). Leighton replica el 8 de octubre de 1931, siendo presentado por el diario "El Sol" de Antofagasta como "un estudiante, propagandista de la candidatura de Montero". Dice en la parte respectiva:

"Pude, en un momento de entusiasmo, extremar mi crítica al señor Alessandri; pero, si llegara a convencerme de haber afirmado alguna falsedad, no vacilaría en rectificarme, porque es indigno usar, en provecho propio, el arma que se prohibe al adversario. No denigré jamás a la persona del señor Alessandri; al contrario, en repetidas oportunidades, me referí elogiosamente a su vida privada y profesional. Por consiguiente, no acepto que se me pretenda pintar como un propagandista de mala ley, que injuria con bajeza. Tengo la íntima satisfacción de haber venido a cumplir un deber idealista y pesado; de manera que no me importan las dudas despertadas en quienes no me conocen; me basta la conformidad de mi conciencia que, para mí, es reflejo de la conformidad con Dios. Fui a la pampa deseoso de penetrar su ambiente material e ideológico: por eso busqué un momento de intensa actividad espiritual para visitarla. Durante la gira aprendí lecciones provechosas, conversé con los obreros y con los jefes y si encontre incomprensiones momentáneas, puedo asegurarle al señor Serrat que la mayoría no se burló de mí como lo hace él".

Terminada la campaña, Leighton, feliz con el triunfo de su candidato, retorna a Santiago a terminar sus estudios. Esto lo mantendrá alejado de la política, por corto tiempo. Se le ve reaparecer justo el día en que es derrocado Montero por un cuartelazo militar. Ese día Leighton concurre a la Moneda a estar junto al Presidente Constitucional. Incluso, hace uso de la palabra desde uno de sus balcones. Cuando triunfa la rebelión y regresa a su casa, confiesa que lo hace desconsolado, y que en la intimidad de su cuarto, llora amargamente. Su dolor se basa en tanto sacrificio y esfuerzo hecho por retornar al sistema democrático, para verlo algunos meses después nuevamente destruido.

Pero este sufrimiento no lo aplasta. Vuelve a luchar. Pocos días después, con varios de sus compañeros de la universidad, redacta una declaración donde fijan su pensamiento frente a lo sucedido. Bajo el título "Digamos la verdad", expresan entre otras cosas:

"La mascarada socialista del 4 de junio, más condenable por lo de mascarada que por lo de socialista, equivale a una injuria monstruosa, de las mayores que hemos visto últimamente, contra la ideología social católica. Los que están en la Moneda no representan la autoridad legítima, por lo ya expuesto y porque no ha sido ratificada por la voluntad espontánea de todo el pueblo, la toma violenta del poder público".

"De acuerdo con las consideraciones anteriores declaramos: a) Que la autoridad ejecutiva legítima de Chile es el Exmo. Sr. Don Juan Esteban Montero; b) Que reconocerlo es nuestro más evidente y próximo deber social; c) Que el bienestar económico de las clases sociales está vinculado, en primer término, al restablecimiento constitucional".

La declaración está firmada por: Manuel Arellano Marín, Víctor Delpiano, Sergio Fernández Larraín, Sergio Fernández Walker, Moisés Figueroa, Osvaldo González Foster, Manuel Antonio Garretón Walker, Alfredo Lea-Plaza Sáenz, Bernardo Leighton Guzmán, Lorenzo de la Maza Rivadeneira, Héctor Mansilla, Roberto O'Ryan, Clemente Pérez Zañartu, Raúl Rodríguez González, Rafael Richard Barnard, Raúl Rodríguez Lazo, Manuel Francisco Sánchez Ugarte, Alejandro Silva Bascuñán, Jorge Rogers Sotomayor y Pedro Canessa Ibarra, fechada el 10 de junio de 1932. Hay un agregado, del 17 de junio, en que se reafirma lo dicho y se agrega esta reflexión final:

"Insistimos que dentro del amplio margen de la constitucionalidad caben las más avanzadas reformas sociales, siempre que se basen realmente en la justicia. Algún día renacerá el honrado patriotismo de los verdaderos chilenos, para arrollar con la fuerza del derecho el pseudoderecho de la fuerza!!!"

Leighton no abandona esta posición en ningún instante. El 15 de septiembre de 1932, cuando a la dictadura de Dávila le quedan sólo días de vida, escribe en el diario "La Tarde" de los Angeles:

"Desde el 4 de junio hemos vuelto a vivir una etapa de franco retroceso hacia períodos bárbaros en que manda el cacique más fuerte, hacia todo lo que no es derecho, dignidad ni justicia, hacia todo lo que, en una palabra, no es civilización. Reaccionemos. Tributemos adhesión a la autoridad legítima que está desterrada por la desorientación incapaz de los chilenos e inclinémonos, solamente, ante la libre voluntad del pueblo. Contribuyamos, dentro del derecho y la libertad, sin engaños ni utopías, al resurgimiento económico de los que sufren hambre y frío en nuestra tierra. En medio del materialismo egoísta que nos invade, levantemos nosotros una bandera espiritual de justicia, de confraternidad y de sacrificio. Cumplimos con el deber de dirigirnos a la juventud a la cual pertenecemos, para decirle: ¡seamos jóvenes! Todavía es tiempo de serlo."

El 23 de septiembre de 1932 vuelve a la carga, esta vez polemizando con el director del diario "Las Noticias" de Los Angeles. Su juicio sobre la crisis nacional es del mayor interés, porque entronca con la forma de pensar que más tarde desarrollará amplia y detalladamente:

"Hablamos de principios. Hemos tenido, desde hace mucho tiempo, la convicción profunda referente a que la crisis múltiple actual tiene su origen en esto: falta de principios, falta de honestidad, falta de fe. Todos los desaciertos económicos de la dictadura ibañista no se habrían producido jamás si el año 27, cuando Ibáñez pisoteaba la Constitución, el grueso de los políticos hubiera imitado la actitud honesta y valiente de Gumucio, los Alessandri, Labarca, Rivas Vicuña, León Ugalde y algunos otros. Análogamente, si el 4 de junio no hubiera acudido un sólo chileno civil ni militar, al llamado engañador de los conspiradores triunfantes, nos habríamos evitado errores mayores y vergüenzas. Es preciso proclamarlo con decisión: al comienzo de todo período de ruinas materiales hay siempre una claudicación espiritual."

Y más adelante agrega:

"Ya afirmamos que todo lo que no sea preferir siempre la sujeción completa a los principios legales equivale a una claudicación ciudadana. Ahora queremos agregar que, a pesar de existir apariencias en contrario, tal sujeción envuelve una conveniencia totalmente segura. Basta para probar esta aseveración el recuerdo de la dictadura ibañista y el más reciente de la mascarada socializante. En ambas se proscribió a la Constitución y a las leyes en nombre de la salvación nacional. Resultado: 150 mil cesantes, postración salitrera, agrícola e industrial, desprestigio de las instituciones armadas, hambre, miseria y lo que es peor: pérdida de la fe en el triunfo alterior de las ideas y creencia demencial en la eficacia de la fuerza."

La incertidumbre política está próxima a terminar. El gobierno de Dávila se derrumba al ser abandonado por los militares, que, desprestigiados y repudiados por la opinion pública, vuelven a sus cuarteles y sólo salen de ellos vestidos de civil. A fines de ese año -diciembre de 1932- asume constitucionalmente don Arturo Alessandri Palma después de triunfar en elecciones libres e inaugura un período de gobiernos constitucionales que sólo será interrumpido el 11 de septiembre de 1973.

Bernardo Leighton, que ya ha egresado de la Universidad, concentrará sus esfuerzos en terminar la carrera de abogado, cosa que logrará con éxito a mediados de 1933. Hasta ese instante, se mantendrá alejado de la actividad política.

Posted by Otto Boye 9:18 0 comentarios